Los Desastres no son naturales ni tampoco humanos
Duván Hernán López*
El estudio social de los desastres
es un campo de investigación reciente pero fructífera en América Latina.
Se ha consolidado toda una escuela, con desarrollos teóricos y conceptuales de
vanguardia sobe el tema. A su vez se han podido concretar alrededor de dichas
teorías ejercicios de gobierno serios, con desarrollos metodológicos e
institucionales notables a diferentes escalas.
Valga la ocasión para reconocer la importancia de la Red de Estudios
Sociales en Prevención de Desastres de América Latina (LA RED) y saludar
especialmente a las instituciones y profesionales que emprendieron esa
iniciativa que cumplirá 20 años el próximo mes de agosto, y que ha permitido estimular
y fortalecer el estudio social de la problemática del riesgo y definir, a
partir de ello, nuevas formas de intervención y de gestión en el campo de la
mitigación de riesgo y prevención[1].
Los estudios de LA RED han estado en la vanguardia supliendo respuestas
y acompañando los procesos institucionales de fortalecimiento de los sistemas
de preparación y respuesta ante los fenómenos naturales en los diferentes
contextos de Latinoamérica. Se han dinamizado desde allí experiencias y
aprendizajes de validez mundial.
Ha sido a partir de esta perspectiva moderna de los estudios
latinoamericanos, desde donde se han generado los conceptos y metodologías vigentes
en los esquemas organizativos de la mayoría de los países latinoamericanos
frente a los desastres. En el caso de
Colombia la construcción, diseño y consolidación del Sistema Nacional de
Prevención y Atención de Desastres, se ha dado de la mano de la elaboración de
dichas concepciones teóricas. Es un buen ejemplo el salto cualitativo (desde el
punto de vista conceptual), dado a nivel nacional mediante el paso de la
Dirección Nacional de Prevención y Atención de Desastres (DNPAD), a la
Dirección Nacional de Gestión del Riesgo (DGR)[2].
La creación y consolidación del Sistema Distrital de Prevención y
Atención de Desastres de Bogotá – SDPAE, también ha respondido a la perspectiva
de la gestión del riesgo planteada desde el pensamiento social latinoamericano,
con el apoyo de LA RED. Bogotá ha sido un caso de avances institucionales
evidentes, la incorporación de las amenazas naturales como criterios
determinantes del Plan de Ordenamiento de Bogotá – POT, desde el año 1998 y la
identificación en el mismo POT de zonas prioritarias de intervención del
riesgo, constituyen logros valiosos y perdurables que contribuyen a la
construcción de la ciudad sostenible que todos soñamos tener. No hay que
permitir que el SDPAE se desfigure en su visión sistémica y en su postura
preventiva frente al riesgo.
La atención de emergencias no debe sobreponerse a la necesidad de
comprender los riesgos existentes y reducirlos antes de que se manifiesten como
desastres tangibles que causen daño a la población.
El gran aporte desde los estudios latinoamericanos tiene que ver con la
comprensión de múltiples dimensiones de los desastres. Dimensiones que no
habían sido consideradas en su total amplitud bajo otros esquemas y en otras
realidades. En el caso de los países industrializados, el manejo de los
desastres tendía a ser predominantemente un problema logístico – abordado en
términos de la rapidez de la respuesta y la eficiente localización de elementos
apropiados de socorro en los lugares y momentos necesarios. En los países en
vías de desarrollo se hizo evidente que el problema, sus causas y por lo tanto
su gestión, tenían un carácter mucho más profundo y estructural, asociado con
los grandes problemas sociales que determinaban las condiciones de
vulnerabilidad y la exposición al riesgo de la población (Wilches, 1993)[3].
En la lectura, comprensión e interpretación de los desastres, desde la
perspectiva desarrollada por las ciencias sociales latinoamericanas, se hizo notable
que en la realidad de los pueblos los desastres materializan mucho más que la
expresión de un fenómeno natural. Los desastres exponen una serie acumulada de
vulnerabilidades o fallas estructurales en la
organización de las sociedades, que minan su capacidad de adaptación y
respuesta a los desafíos de su entorno.
De manera consecuente surge entonces, la necesidad de abordar, la gestión
del desastre más allá de un mecanismo de respuesta, como un proceso de
intervención en las condiciones de calidad de vida y estructura organizativa de
una comunidad. En sentido inverso, cualquier programa tendiente a mejorar la
calidad de vida de la comunidad se podría considerar como una medida de
reducción del riesgo, una medida para la prevención de desastres, independiente
de que haya sido concebida para tal fin.
Es desde esta perspectiva que se ha planteado y popularizado en
numerosas publicaciones que “los
desastres no son naturales” (Maskrey, 1992), (Alayo, 2009). Lo que se
quiere destacar en esta frase paradigmática, es que los desastres no son el
producto directo e irremediable del
comportamiento y la actuación maléfica de la naturaleza sobre la humanidad. Se
busca evitar de esta forma que se justifique
de entrada una visión fatalista de la sociedad frente a la probabilidad
o inminencia de los desastres.
Por lo contrario la gestión del riesgo puede encontrar un campo de
acción muy fértil, al comprender que los desastres tienen un importante
componente en las dinámicas sociales, sectoriales y territoriales, las cuales determinan
la mayor o menor exposición y vulnerabilidad a los fenómenos naturales y sus
consecuencias. No podemos quizá como seres humanos, modificar ostensiblemente
las condiciones de amenaza dadas por los procesos propios de la naturaleza,
pero si podemos revisar, intervenir y modificar las dinámicas sociales que
determinan una alta vulnerabilidad, de este modo podemos reducir el riesgo,
prevenir los desastres o al menos el impacto y las pérdidas que estos causan y
seguirán causando sobre la humanidad.
La aceptación de que los desastres no son naturales no implica sin
embargo, que no ocurran fenómenos que manifiesten expresiones de la naturaleza.
La mayoría de la comunidad científica coincidiría en que los sismos, maremotos
y explosiones volcánicas por ejemplo son fenómenos claramente naturales, en los
cuales la intervención del hombre es imposible.
No ocurre lo mismo en el caso de los fenómenos hidrometereológicos. En
el contexto del cambio climático, las lluvias, olas de calor u olas de frío,
temporales invernales y sus consecuentes crecientes, avalanchas, deslizamientos
y otro tipo de dinámicas, son fenómenos con un nivel de incidencia humana o
antrópica. La capacidad de alteración
por parte de las actividades humanas, de los balances que garantizan las
condiciones climáticas del planeta es una realidad anunciada y probada
científicamente.
Siendo los fenómenos hidrometereológicos los más frecuentes a nivel
histórico en el territorio colombiano, y teniendo en cuenta la reflexión
anterior sobre la influencia humana en las dinámicas del clima, parece de nuevo
evidente que los desastres no son naturales. Se propician desastres cuando se
persiste en alteraciones ecosistémicas irreversibles, en desforestar y
desequilibrar las cuencas hídricas, en rellenar y ocupar las zonas de
inundación y humedales.
Parecería
incuestionable que efectivamente los desastres no son naturales, como lo han
sugerido los grandes “desastrólogos” de
LA RED (y en general de las corrientes contemporaneas que estudian este tipo de
fenómenos). Esto nos arrojaría a la tesis de que los desastres son de alguna
forma humanos y entonces quiero hacer
énfasis en lo paradójica que resulta esta conclusión.
Cuando
tenemos estampadas en la memoria o traemos a colación las imágenes de
sufrimiento y dolor, por los desastres que han afectado el territorio
colombiano en los últimos días, resulta difícil aceptar que sean humanas dichas
tragedias; cualquiera sin necesidad de ser experto podría categóricamente
asegurar que no es humana la magnitud de la tragedia que por ejemplo están
viviendo las 45.000 personas afectadas por las inundaciones en el sur occidente
de Bogotá. Se trata de condiciones inhumanas, o infrahumanas a las que quedan
sometidos los afectados por los desastres que hoy vive nuestro país.
El
desastre más allá de las pérdidas económicas y físicas que causa, atenta
directamente contra la dignidad, la honra, la autoestima, la esperanza y la
ilusión de los damnificados. ¡Los desastres son inhumanos!, sin duda lo podemos
decir.
De
modo que los desastres no son naturales pero tampoco son humanos, ¿entonces
cual es la razón o el sentido, la causa, el origen de los desastres que nos
azotan hoy?. Me permito a través de esta reflexión cuestionar a los expertos
que admiro de LA RED y a los grandes teóricos de la gestión del riesgo que nos han
ilustrado hasta el día de hoy.
Desde
la claridad que da la afirmación de la inhumanidad del desastre, se puede
acudir a un cuestionamiento profundo sobre el significado de lo humano. La pregunta es si nuestras sociedades están
siendo enteramente humanas, con la dimensión ética que esto significa. La tesis
es que probablemente no es así.
Si
somos una sociedad en proyecto de ser humanidad, seres pre-humanos,
infrahumanos o inhumanos, es una cuestión que requeriría mayor elaboración. Pero
creo que aparece bajo esta cuestión una ventana para la resolución de los
desastres. Si logramos una sociedad de seres enteramente e integradamente
humanos; si no toleramos, cohonestamos, ni promovemos la inhumanidad de los
procesos de desarrollo que nos llevan al desastre, me pregunto si lograríamos
al fin una relación armoniosa con la naturaleza, mientras tanto estamos en
conflicto con ella y las consecuencias no dejan de ser noticia, los desastres
siguen ocurriendo e incrementándose a nivel mundial.
[1] LA
RED surge en agosto de 1992, bajo el espíritu de colaboración
interinstitucional e interdisciplinatria, entre instituciones dedicadas a la
promoción de un enfoque social hacia el estudio de los desastres. Mayor
información en la página web de la organización: http://www.desenredando.org/ . En el
sitio web se encuentran los antecedentes, la presentación, estrategia y
documentos fundamentales para comprender el fundamento de esta organización.
[3]
Wilches, Gustavo. (1993). La Vulnerabilidad Global. En: Los desastres no son
naturales, pp. 11- 41. Compilador. Maskrey Andrew. Ed. La Red. Red de Estudios
Sociales en Prevención de Desastres en América Latina.
*Duván H. López Meneses
Geólogo, Universidad Nacional
Geólogo, Universidad Nacional
C. esp. Gerencia para el manejo de los recursos naturales y prevención de desastres
Universidad Sergio Arboleda
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